lunes, 16 de septiembre de 2013

Relatografías XVIII - La Cosa Más Especial del Mundo



Se conocieron un verano. Él tenía 16 años y ella acababa de cumplir los 17 hacía poco tiempo. Ella era hermosa como un atardecer sobre el Egeo, y él, bueno, el era un joven espigado lleno de arrojo e ilusiones. Pasaron todo el verano juntos, como una pareja de enamorados destinados a estar juntos el resto de la vida. Ella, por su belleza y encanto, tenía a sus pies a multitud de pretendientes que querían hacerla suya, pero orgullosa, hacía caso omiso a todos salvo al joven.

Cuando terminó el verano él no quería separarse de ella. Sabía que la amaría para toda la vida y solo deseaba estar con ella cada segundo. Pero ella, más centrada, sabía que aquello aunque bonito, había sido tan solo un amor de verano. Cuando él se arrodilló y le pidió matrimonio, ella sonrió. “No te lo voy a poner fácil” –le dijo-. “Hay muchos como tú que también quieren declararme su amor eterno, ¿por qué crees que te elegiría a ti?”. Él, desilusionado, se giró con el rostro enfurruñado a contemplar el mar. “Ven –dijo haciéndole girar y dándole un pasional beso-. Para casarte conmigo primero deberás encontrar la cosa más especial que exista en el mundo y ofrecérmela, aquí mismo, a esta misma hora, en este mismo día, dentro de 10 años. Yo te prometo esperarte y no compartir mi amor con ningún otro hasta que llegue ese día, y si lo consigues, mi amor será tuyo para siempre”.

Al día siguiente llegó la despedida, y él, estaba convencido de que encontraría lo que ella se merecía. Durante el primer año, estuvo buscando en los libros las cosas más extraordinarias que pudo encontrar, y después, dejó su hogar y se fue a conocer mundo. En cada lugar al que iba conoció a gente curiosa e interesante y a cada uno de ellos, tras relatarles su historia de amor, les preguntaba qué era lo más especial que habían conocido. Viajó por lugares a los que pocas personas habían llegado. Contempló cosas que solo unos pocos elegidos habían visto, y pasados los 10 años volvió al lugar. Seguía siendo delgado como cuando era un adolescente, pero ahora se había transformado un hombre atractivo. Llevaba el pelo largo y su cuerpo, como un mapamundi, estaba repleto de tatuajes de cada uno de los sitios en los que había estado. Se sentó a esperar la llegada de ella y estuvo contemplando el brillo del mar hasta que pudo escuchar unos pasos que se aproximaban. Sin saber cómo ni por qué, sabía que se trataba de su amada. Ella estaba radiante, tan bella que enseguida le hizo olvidar todas las maravillas que había encontrado en sus viajes.

-          Yo he cumplido mi promesa –dijo ella al verle-. ¿Has cumplido tú la tuya?

-          He viajado por todo el mundo buscando como querías, la cosa más especial del mundo. En China encontré un raro espécimen vegetal, la Youtan Poluo, un planta compuesta por 28 minúsculas flores blancas y que según las leyendas solo crece una vez cada 3.000 años, pero no me pareció lo suficientemente especial. En Birmania, encontré un anillo con una piedra de painita tallada de más de 600 años de antigüedad. Poseía esta un brillo rojizo tan extraordinario, que haría sonrojarse al mayor de los diamantes. Aún así, pensé que podría encontrar algo aún más asombroso. Años después pude contemplar en Florida la majestuosidad de la mariposa azul. Era tan delicada y frágil como una gota de lluvia, y sus brillantes colores de un azul eléctrico poseían una hipnótica magia difícil de describir. Pensé que a pesar de ser realmente rara y hermosa, sería una crueldad siquiera intentar tocarla. En el Tibet, un anciano tras hablarle de mi historia me ofreció un cuenco tan antiguo que nadie conocía su verdadero origen. Estaba hecho de una aleación de varios metales, y en su interior así como en su circunferencia, había talladas en plata una serie de imágenes que solo con verlas eran capaces de transmitir una paz tan inmensa, que parecería que el resto del mundo había dejado de existir. No lo acepté. Otras tantas cosas bellas encontré en lugares ignotos. He cruzado océanos y montañas, desiertos de arena y de hielo, selvas, bosques, playas. He visto las cosas más extraordinarias de los cinco continentes.

-          ¿Entonces no me has traído nada?

El joven sonrió. Contempló su hermosura de mujer, el rostro que había guardado en su memoria tanto tiempo, el recuerdo de aquellos besos perdidos y meditó lentamente su respuesta. Finalmente suspiró y las palabras surgieron como un torrente de su boca.

-          Un día, hace pocos meses, me encontraba en la cima de una montaña africana contemplando la belleza de la creación ante el amanecer, y allí, cuando pensé que mi búsqueda no tendría éxito, por fin encontré lo que buscaba. Lo más especial del mundo es el amor. He cruzado el mundo durante 10 años tratando de encontrar algo que yo ya tenía. Te amo desde el primer momento en que te vi. He pensado en ti cada segundo de esos 10 años, queriéndote cada instante como si fuese el primero. Anhelaba verte, estar contigo y poder amarnos el resto de nuestras vidas con cada fibra de mi ser. Eso es lo más extraño y hermoso de la tierra, mi amor ha viajado por todo el mundo durante 10 años y ha vuelto a ti tan fuerte como el fuego del sol. Lo que te he traído es nuestro amor.


Ella le besó, se abrazó a él con fuerza, y le dijo: “Te he echado de menos. Sí quiero”.



1.- Relato: Juan Trenado
2.- Fotografía: Pedro Valdezate

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