- Bueno…
qué… ¿salimos? –dijo Kike con sentado con su guitarra eléctrica apoyada en el
regazo.
En aquella oscura sala, los cuatro músicos embutidos en su
ropa de licra discutían sin llegar a un acuerdo. Sus instrumentos estaban ya en
las últimas y algunos habían oído hablar de una tienda de música que aún estaba
prácticamente intacta en una de las localidades vecinas.
-
No lo sé –dijo Bruno, el bajista, escondido entre sus pelos largos que apenas
dejaban ver su rostro-. Es muy peligroso. Acordaos de lo que le pasó al pobre, López.
Desde entonces ya no somos cinco, ahora somos solo cuatro idiotas que tocamos
sin público.
-
Yo voto por deshacer la banda –añadió el cantante, Alber, con su andrógina
voz-. No sé por qué seguimos con esta farsa. Ya no queda nadie. Somos de los
pocos supervivientes y seguimos haciendo el capullo y poniéndonos en peligro
para tocar delante de cuatro gatos que nos encontramos en cada ciudad.
-
Esto no lo hacemos por el dinero, o la fama. Lo hacemos por la música. ¿Qué creéis
que harían Hendrix, Bonhan, Morrison o Keith Richards? –seguía insistiendo el
guitarrista.
-
Pues los demás no lo sé –añadió Gus, el batería, que había permanecido ausente
en la conversación-. Pero he oído que Keith Richards aún está vivo y no creo que
siga haciendo bolos por ahí. De todos modos yo me uní al grupo no por el dinero
ni por la fama, sino por las tías, y antes de que empecemos a enrollarnos entre
nosotros creo que deberíamos seguir saliendo a tocar. En algunos campamentos
hemos sido bien recibidos.
-
Normal -volvió a decir Bruno con su
negatividad-. Seguramente somos el único grupo de música que sigue tocando en
toda la tierra. Es difícil no ser los mejores.
-
Siempre será mejor que subsistir día tras día esperando la muerte –añadió Kike.
Se
hizo el silencio y todos se miraron unos a otros tratando de encontrar la mejor
solución a sus tribulaciones. ¿Qué es lo que quedaba ya sino en el mundo? ¿Las
penurias… la subsistencia… la desesperación y la muerte? Al menos así podrían
acabar sus días todos juntos y haciendo lo que les gustaba.
-
¡Qué demonios! Hagámoslo. Seamos grandes –sentenció Alber, a lo que el resto
asintió.
- Pues vayámonos –gritó Kike emocionado- y ¡let there be rock!
Se
pusieron en pie y salieron del local de ensayo que les servía también de
morada. Las calles estaban repletas de ese líquido viscoso de color brillante
que dejaban las bestias a su paso y el gigantesco esqueleto de uno de ellos
estaba tirado frente a su puerta, desprovisto de carne o piel, dejando tan solo
a la vista el blanco de los huesos
De pronto oyeron un desgarrador rugido y antes de que
pudieran decidir si llegar hasta la furgoneta o regresar al local, ya estaban
rodeados de criaturas aparecidas de ninguna parte.
- Bueno, pues resulta que al final no volveremos a tocar
–dijo Gus-. ¿Alguna sugerencia?
- ¿Qué tal Stairway to
Heaven? –dijo Kike sonriendo y sacando su guitarra de la funda para
blandirla como si fuera un hacha.
- Bueno chicos, ha sido un placer tocar con vosotros –dijo Bruno
haciendo la señal de los cuernos con ambas manos-. ¡Nos veremos en el infierno
de las estrellas del rock!
Y salió corriendo como un jabalí enloquecido, cargando
contra la criatura que tenía más cercana. El cantante lanzó un grito emulando
los mejores tiempos de Robert Plant y corrió hacia otro de ellos a manos
desnudas, como si se tratase de una pelea de bar. El resto del grupo también cargó
contra sus enemigos con valor aun sabiendo que todo estaba perdido. Dicen los
rumores que ese día murió la música en la tierra.
1.- Relato: Juan Trenado
2.- Fotografía: Pedro Valdezate
2.- Fotografía: Pedro Valdezate
Que guapo.
ResponderEliminarMe ha molado y la foto está genial, las marcas de sangre han quedado perfectas.
Por cierto, soy Fer, dueño de la guitar. Es que si uso mi perfil de Google pone una cosa rara y prefiero esto de Anónimo. Lo dicho; me ha gustado.
Gracias Fer. Sin tu aportación no hubiera sido lo mismo.
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