Parecía una tontería, pero siempre que sobrevolaba aquella
zona pensaba que un cielo así, no se encontraba en ningún otro lugar del
universo. Era tan hermoso y tan indescriptible. Los colores se iban difuminando
suavemente dando lugar a infinitas tonalidades distintas que, seguramente, el
ojo humano no era capaz de distinguir. Las nubes flotaban lentamente dejándose
llevar por la inmensidad del cielo azul creando formas sublimes, texturas
imposibles, detalles que convertían ese lienzo vacío en algo mágico. Hasta la
luna, esa inútil roca blanca que daba vueltas sin sentido a la tierra tenía un mágico
halo que la hacía única.
lunes, 24 de junio de 2013
Relatografías XII - Entre el Cielo y el Mar
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miércoles, 19 de junio de 2013
Sesión de Fotos Lavinia
La semana pasada una nueva sesión de fotos. A Lavinia querían hacerle un regalo y pensaron que lo mejor era una sesión. No solo me llamaron a mi sino que le rodearon de un gran equipo de maquillaje y peluquería.
Montamos todos los trastos en un gran salón y ya estábamos preparados.
La verdad es que fue un lujazo trabajar con todos ellos.
Os dejo con las fotos para que veáis lo bien que lo pasamos y que Lavinia es una caja de sorpresas, además de una preciosa modelo.
Montamos todos los trastos en un gran salón y ya estábamos preparados.
La verdad es que fue un lujazo trabajar con todos ellos.
Os dejo con las fotos para que veáis lo bien que lo pasamos y que Lavinia es una caja de sorpresas, además de una preciosa modelo.
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lunes, 17 de junio de 2013
Relatografías XI - Amor 4.0
El ascensor se elevaba por la parte frontal del edificio,
como si se tratara de una gigantesca cremallera de cristal adherida a una
gigantesca prenda de acero. Se dio
cuenta de lo realmente cansada que estaba sin darse cuenta de que en lugar de disfrutar
de las vistas reales de los rascacielos y edificios que surgían de la tierra
como setas tras un día de tormenta, contemplaba la imagen de alta definición de
esta en una inmensa pantalla instalada en las paredes del propio elevador. Dejó
su gastado maletín en el suelo y se desabrochó el botón central de su
americana. Cuando llegó a su planta, la puerta se abrió dando directamente a la
puerta de entrada de su casa. “Abrir” – dijo y su voz sonó lenta, como si
estuviese desgastada por el uso a lo largo del día. El dispositivo reconoció
inmediatamente las características de su modulación y permitió la entrada a la
propietaria de la casa.
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lunes, 10 de junio de 2013
Relatografías X - El Retrato y el Tiempo
El anciano respiró hondo mientras contemplaba los tonos
cobrizos, púrpuras y anaranjados del ocaso. Le encantaba mirar por la ventana y
disfrutar de la puesta de sol entre el paisaje moderno y urbano. Después se
giró lentamente, igual que lo haría una tortuga centenaria y se dirigió de
nuevo a reposar en el sofá. Antes de llegar a su destino, su cansada vista se
detuvo unos instantes en un retrato que le habían hecho al menos 40 años atrás.
Recordó aquella tarde de forma nítida, como si hubiera ocurrido el día anterior
y se hubiese grabado, casi tallada con martillo y cincel, en la memoria.
Compartió aquellos momentos con amigos de esos que nunca fallan, de esos a los
que te une un invisible hilo y a los que aunque no veas en mucho tiempo,
siempre tienen un huequecito en la memoria y se despiertan sus imágenes de vez
en cuando. Fue un gran día. Se acercó al retrato y lo tomó en sus manos. Aún se
reconocía en la foto. Ahora tenía el cabello de plata, arrugas en la frente y
el rostro más redondo debido a algunos kilos ganados a lo largo de los años,
pero seguía manteniendo esa mirada que parecía ocultar una pizca de tristeza
bajo la sonrisa.
Su mente comenzó a reflexionar. Viéndose tan joven, empezó a
pensar en todas las personas que habían influido en su vida, todos aquellos de
los que había aprendido algo desde su niñez y a los que les debía lo que había
llegado a ser en su vida. Se preguntó si él mismo habría conseguido llegar a
alguien, si gracias a su forma de ser, a su carácter, a su amistad, a su
trabajo, alguien habría pensado lo mismo de él.
Entonces le invadió una cálida sensación que enseguida
reconoció. Uno de esos déjà vu que
tanto le gustaban. No sabía mucho de la vida. No conocía los secretos de la
existencia. Pero por alguna razón, cada vez que le ocurría sabía a ciencia
cierta que ese momento era importante y que una y otra vez lo volvería a vivir.
Que la vida es un círculo y que dentro de miles de millones de años que pasan en
el tiempo que dura un parpadeo, lo que dura ese instante entre la muerte y la
vida, regresaría para volver a tener esa vida y a disfrutarla de nuevo tal y
como lo había hecho hasta ahora.
Entonces sonó el timbre rompiendo la armonía y la magia del
silencio. Arrastrando ligeramente los pies se acercó a la puerta y sin siquiera
preguntar la abrió. Allí, su nieto de 5 años le esperaba impaciente con una
enorme sonrisa en los labios y el rostro tímido y dulce con un ligero parecido
a él mismo. Enseguida saltó sobre él y le rodeó fuertemente con sus brazos
finos y pálidos como juncos.
- ¡Abuelo! –le dijo a voces y dándole un sonoro
beso en la mejilla.
- ¡Hombre, mi nieto! –respondió este con un tono
suave y cariñoso.
Y después, mientras le posaba de nuevo en el suelo, se dio
cuenta de que la gente nunca deja de influir en uno. Siempre, por muy anciano
que seas, hay alguien de quien aprendes, al que admiras y que sin duda también
siente lo mismo. Algo que va mucho más allá de la genética, del universo, del
tiempo y del destino. Un lazo que no tiene nombre y tan fuerte que ni los
mismos dioses pueden romper. Sonrió y se alegró de que algún día, en un futuro
muy lejano, volvería a vivir ese momento.
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lunes, 3 de junio de 2013
Relatografías IX - Bajo el Puente
Jesús era una persona de costumbres, lo había sido siempre
en su trabajo como funcionario y lo era también ahora que estaba jubilado. Como
cada tarde, a las 18:00 horas se había tomado un café con una gotita de leche
desnatada, después se había sentado en su viejo sillón a leer un rato y, tras algo
más de una hora leyendo, se puso su chaleco de punto, su chaquetón verde y se dispuso
a salir de casa para caminar en solitario durante media hora para intentar,
teniendo en cuenta su edad y su reciente situación laboral, no perder demasiada
forma física.
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