viernes, 5 de abril de 2013

Relatografías I - Frágil




- ¡No la abras!
- Vamos, ¿no tienes curiosidad? Es la única de las cajas que queda en el almacén y no la ha reclamado nadie     
   en tres meses. ¿De verdad no quieres saber lo que contiene?
- No tengo el más mínimo interés. Si está aquí será por algo.
- No me lo creo. Una caja tan grande seguro que contiene algo valioso. ¿Y si son obras de arte? ¿U 
  ordenadores de esos tan modernos? Sí, de esos que funcionan tocando la pantalla con las manos –dijo el  
  empleado del almacén haciendo aspavientos con sus callosas manos.
- ¿Crees que si así fuera esta caja iba a seguir aquí?
- Vale, a lo mejor no son cosas valiosas, pero puede ser algo útil.
- Déjala en paz. Ya vendrá alguien a reclamarla. Alguien en alguna parte estará tratando de averiguar en qué 
   punto de entre sus intermediarios se ha perdido.
- Yo la voy a abrir, Ernesto –dijo su compañero recogiendo del suelo una enorme palanca metálica.
- Tu mismo, yo desisto. Pero ten cuidado Pascual, en la caja pone frágil.

Colocó la palanca en una de las rendijas y poco a poco, con sus robustos brazos fue desclavando la tapa superior. El enorme esfuerzo unido a su sobrepeso hizo que enseguida se le fuera llenando la frente con gotitas de sudor, y a cada clavo que se salía de su horma lanzaba un bramido, como de animal salvaje, así hasta que consiguió quitarlos todos y levantar la tapa.
Una enorme polvareda se levantó al retirar la madera que cubría la caja. Después, lentamente, con la curiosidad con la que se acerca un niño a algo nuevo, Pascual se aproximó a la caja y se inclinó para contemplar su interior. Sus ojos se abrieron como platos y se retiró de aquel lugar entre arcadas.

- ¡No puedes ser! –gritaba con la voz de un lunático. ¡No es posible!
- Te dije que no la abrieras –dijo Ernesto con voz tranquila, como ajeno a lo que estaba sucediendo.
- ¿Cómo ha podido hacer nadie algo tan atroz?
- Cálmate, compañero. Cálmate.
- ¿Cómo quieres que me calme? ¿Sabes acaso lo que hay ahí dentro?

Ernesto sonrió con esa estúpida sonrisa de quién sabe algo más de lo que uno sabe, como quien entiende las dobleces y maneja los hilos que mueven el mundo. Sonrió como aquellos que no tienen miedo porque conocen todos los secretos que se ocultan bajo las verdades.

- Lo que has visto, es sencillamente un pequeño experimento contigo.
- ¿Qué quieres decir?
- Quiero decir que quién ha hecho semejante atrocidad he sido yo, y que lo he hecho para que tú lo vieras.     
   Porque eso, amigo mío, será lo último que veas.

De pronto los ojos de Ernesto lucieron con un brillo extraño y cruel que dejó paralizada a su víctima. Su cuerpo comenzó a transformarse en algo que no era de este mundo, algo maléfico y bizarro, algo tan horrible que Pascual deseó ser él aquello que estaba en el interior de la caja, y todo concluyó entre colmillos, garras y sangre disparada como fuentes de color rubí.

Fotografía: Pedro Valdezate
Texto: Juan Trenado


8 comentarios:

  1. Me ha encantado!! Pedro buena foto, a mi también me dan ganas de abrir la caja. Y a Juan que decirte...sigue así!! Tengo ganas de leer ya el libro!
    Felicidades a los dos!!

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  2. Buen comienzo!! nos va a encantar el proyecto!!

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  3. Esperamos engancharos cada Viernes con más Relatografías.

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  4. Y es que, torpecientosmil años después, la gente sigue sin aprender la lección del mito de Pandora, jeje...

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  5. Buen comienzo chicos. Seguir así!!!!

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  6. He aquí una suscriptora a Relatografías! Me encanta este nuevo proyecto Peter!!

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  7. Ya queda menos para la segunda entrega...
    Os espero a todos.

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  8. Yo también hubiera corrido el riesgo de abrirla....MARAVILLOSA FOTO, INQUIETANTE TEXTO. Fan vuestra!!!!

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