- ¡No
la abras!
- Vamos,
¿no tienes curiosidad? Es la única de las cajas que queda en el almacén y no la
ha reclamado nadie
en tres meses. ¿De verdad no quieres saber lo que contiene?
- No
tengo el más mínimo interés. Si está aquí será por algo.
- No
me lo creo. Una caja tan grande seguro que contiene algo valioso. ¿Y si son
obras de arte? ¿U
ordenadores de esos tan modernos? Sí, de esos que funcionan
tocando la pantalla con las manos –dijo el
empleado del almacén haciendo
aspavientos con sus callosas manos.
- ¿Crees
que si así fuera esta caja iba a seguir aquí?
- Vale,
a lo mejor no son cosas valiosas, pero puede ser algo útil.
- Déjala
en paz. Ya vendrá alguien a reclamarla. Alguien en alguna parte estará tratando
de averiguar en qué
punto de entre sus intermediarios se ha perdido.
- Yo
la voy a abrir, Ernesto –dijo su compañero recogiendo del suelo una enorme
palanca metálica.
- Tu
mismo, yo desisto. Pero ten cuidado Pascual, en la caja pone frágil.
Colocó
la palanca en una de las rendijas y poco a poco, con sus robustos brazos fue
desclavando la tapa superior. El enorme esfuerzo unido a su sobrepeso hizo que
enseguida se le fuera llenando la frente con gotitas de sudor, y a cada clavo
que se salía de su horma lanzaba un bramido, como de animal salvaje, así hasta
que consiguió quitarlos todos y levantar la tapa.
Una
enorme polvareda se levantó al retirar la madera que cubría la caja. Después,
lentamente, con la curiosidad con la que se acerca un niño a algo nuevo,
Pascual se aproximó a la caja y se inclinó para contemplar su interior. Sus
ojos se abrieron como platos y se retiró de aquel lugar entre arcadas.
- ¡No puedes ser! –gritaba con la voz de un
lunático. ¡No es posible!
- Te dije que no la abrieras –dijo Ernesto
con voz tranquila, como ajeno a lo que estaba sucediendo.
- ¿Cómo ha podido hacer nadie algo tan
atroz?
- Cálmate, compañero. Cálmate.
- ¿Cómo quieres que me calme? ¿Sabes acaso
lo que hay ahí dentro?
Ernesto sonrió con esa estúpida sonrisa de
quién sabe algo más de lo que uno sabe, como quien entiende las dobleces y maneja
los hilos que mueven el mundo. Sonrió como aquellos que no tienen miedo porque
conocen todos los secretos que se ocultan bajo las verdades.
- Lo que has visto, es sencillamente un
pequeño experimento contigo.
- ¿Qué quieres decir?
- Quiero decir que quién ha hecho semejante
atrocidad he sido yo, y que lo he hecho para que tú lo vieras.
Porque eso,
amigo mío, será lo último que veas.
De pronto los ojos de Ernesto lucieron con
un brillo extraño y cruel que dejó paralizada a su víctima. Su cuerpo comenzó a
transformarse en algo que no era de este mundo, algo maléfico y bizarro, algo
tan horrible que Pascual deseó ser él aquello que estaba en el interior de la
caja, y todo concluyó entre colmillos, garras y sangre disparada como fuentes
de color rubí.
Fotografía: Pedro Valdezate
Texto: Juan Trenado
Fotografía: Pedro Valdezate
Texto: Juan Trenado
Me ha encantado!! Pedro buena foto, a mi también me dan ganas de abrir la caja. Y a Juan que decirte...sigue así!! Tengo ganas de leer ya el libro!
ResponderEliminarFelicidades a los dos!!
Buen comienzo!! nos va a encantar el proyecto!!
ResponderEliminarEsperamos engancharos cada Viernes con más Relatografías.
ResponderEliminarY es que, torpecientosmil años después, la gente sigue sin aprender la lección del mito de Pandora, jeje...
ResponderEliminarBuen comienzo chicos. Seguir así!!!!
ResponderEliminarHe aquí una suscriptora a Relatografías! Me encanta este nuevo proyecto Peter!!
ResponderEliminarYa queda menos para la segunda entrega...
ResponderEliminarOs espero a todos.
Yo también hubiera corrido el riesgo de abrirla....MARAVILLOSA FOTO, INQUIETANTE TEXTO. Fan vuestra!!!!
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