- Sargento, Sánchez. Informe.
Los aerodeslizadores cruzaban aquellas yermas tierras a gran
velocidad hasta que en la distancia pudieron divisar varias construcciones
antiguas, tal vez milenarias, abandonadas y en un estado casi intacto de
conservación. Las dos naves redujeron el ritmo hasta casi detenerse, tratando
de averiguar más sobre lo aquellas formas que se dibujaban en el horizonte.
- Señor, lamento decirle que según las lecturas de
nuestras bases de datos no disponemos de información sobre esas estructuras. Creo,
deben ser algún tipo de construcción antigua basada el algún tipo de energía
mecánica.
- Tonterías, Sánchez. Estoy seguro de que deben de
ser algún tipo de maquinaria de guerra. Gigantescos androides de combate a la
espera de que descubramos nuestra posición.
Tras siglos de guerra y devastación, la Tierra ya no era un
lugar bonito y seguro, sino un sitio estéril y vacío, repleto de signos de
destrucción. El mal había triunfado sobre el bien y lo poco que quedaba de la
antigua humanidad estaba dividido en tribus con tecnologías que ya ni
entendían. Se había perdido la mayor parte del conocimiento. La destrucción de
las ciudades llevó consigo la pérdida de todo aquello asociado a la educación,
las escuelas, universidades, las bibliotecas y lo más importante, los libros.
Los pocos que quedaban se guardaban como reliquias que solo algunos escogidos
sabían y podían leer.
- Capitán, Alonzo, por favor. No se aventure a
combatir con ellos. Parecen sin duda más edificios que androides. Además no se
vislumbra ningún tipo de movimiento o energía en ellos. Aquello que se eleva
desde su parte superior, no parecen ser cañones, escudos, o cualquier otro tipo
de armas. Parecen más bien… artilugios para recoger algo.
- Tonterías. Lo que ven mis ojos no son sino enemigos
a la espera. Lo que tú ves como inofensivas construcciones, han de poder
transformarse en gigantes con capacidad de destruirnos en instantes.
- Señor, con todos los respetos, una vez oí hablar
de un lugar que utilizaban los antiguos para moler semillas, moledores de viento, creo que los
llamaban. Jamás he visto alguno pero por lo que contaban, se parecerían mucho a
estos.
- Sargento, manténgase a distancia sin revelar su
posición. Me aproximaré a ellos con preparado para el inminente ataque.
Sin dejar responder a su compañero, salió como una exhalación en dirección a los molinos. Con la mirada fría y el entrecejo fruncido se concentraba en sus enemigos sin apenas malgastar su tiempo en parpadear. Cargó los láseres de la nave a máxima potencia y fijó su objetivo en el más cercano de ellos. Entonces, segundos antes de que disparase, aquellas construcciones comenzaron a levantarse del suelo con un ensordecedor ruido metálico. Sánchez pudo ver en el radar como lo que creía que eran moledores habían resultado ser androides.
Alonzo pulsó el gatillo incrustado en los mandos y un rayo
de color rubí cruzó el aire como una lanza manteniéndose durante segundos y
atravesando al primero de los robots. En su interior hubo fuego y explosiones,
pero las aspas de sus compañeros comenzaron a transformarse en inmensos
lanzadores desde donde surgieron decenas de misiles que volaron como un
enjambre de abejas hasta hacer añicos el aerodeslizador del Capitán.
Sánchez, pusilánime como era, puso pies en polvorosa para
regresar a la base itinerante de su tribu e informar del suceso. En fin –pensó-, vale más ser cobarde un minuto que muerto el resto de la vida.
1.- Fotografía : Pedro Valdezate
2.- Relato: Juan Trenado
2.- Relato: Juan Trenado
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