lunes, 8 de julio de 2013

Relatografías XIV - Gigantes



    


                - Sargento, Sánchez. Informe.

Los aerodeslizadores cruzaban aquellas yermas tierras a gran velocidad hasta que en la distancia pudieron divisar varias construcciones antiguas, tal vez milenarias, abandonadas y en un estado casi intacto de conservación. Las dos naves redujeron el ritmo hasta casi detenerse, tratando de averiguar más sobre lo aquellas formas que se dibujaban en el horizonte.

               - Señor, lamento decirle que según las lecturas de nuestras bases de datos no disponemos de información       sobre esas estructuras. Creo, deben ser algún tipo de construcción antigua basada el algún tipo de energía mecánica.

              -  Tonterías, Sánchez. Estoy seguro de que deben de ser algún tipo de maquinaria de guerra. Gigantescos androides de combate a la espera de que descubramos nuestra posición.

Tras siglos de guerra y devastación, la Tierra ya no era un lugar bonito y seguro, sino un sitio estéril y vacío, repleto de signos de destrucción. El mal había triunfado sobre el bien y lo poco que quedaba de la antigua humanidad estaba dividido en tribus con tecnologías que ya ni entendían. Se había perdido la mayor parte del conocimiento. La destrucción de las ciudades llevó consigo la pérdida de todo aquello asociado a la educación, las escuelas, universidades, las bibliotecas y lo más importante, los libros. Los pocos que quedaban se guardaban como reliquias que solo algunos escogidos sabían y podían leer.

              - Capitán, Alonzo, por favor. No se aventure a combatir con ellos. Parecen sin duda más edificios que androides. Además no se vislumbra ningún tipo de movimiento o energía en ellos. Aquello que se eleva desde su parte superior, no parecen ser cañones, escudos, o cualquier otro tipo de armas. Parecen más bien… artilugios para recoger algo.

               - Tonterías. Lo que ven mis ojos no son sino enemigos a la espera. Lo que tú ves como inofensivas construcciones, han de poder transformarse en gigantes con capacidad de destruirnos en instantes. 

        - Señor, con todos los respetos, una vez oí hablar de un lugar que utilizaban los antiguos para moler semillas, moledores de viento, creo que los llamaban. Jamás he visto alguno pero por lo que contaban, se parecerían mucho a estos.

               - Sargento, manténgase a distancia sin revelar su posición. Me aproximaré a ellos con preparado para el inminente ataque.

Sin dejar responder a su compañero, salió como una exhalación en dirección a los molinos. Con la mirada fría y el entrecejo fruncido se concentraba en sus enemigos sin apenas malgastar su tiempo en parpadear. Cargó los láseres de la nave a máxima potencia y fijó su objetivo en el más cercano de ellos. Entonces, segundos antes de que disparase, aquellas construcciones comenzaron a levantarse del suelo con un ensordecedor ruido metálico. Sánchez pudo ver en el radar como lo que creía que eran moledores habían resultado ser androides.

Alonzo pulsó el gatillo incrustado en los mandos y un rayo de color rubí cruzó el aire como una lanza manteniéndose durante segundos y atravesando al primero de los robots. En su interior hubo fuego y explosiones, pero las aspas de sus compañeros comenzaron a transformarse en inmensos lanzadores desde donde surgieron decenas de misiles que volaron como un enjambre de abejas hasta hacer añicos el aerodeslizador del Capitán.


Sánchez, pusilánime como era, puso pies en polvorosa para regresar a la base itinerante de su tribu e informar del suceso. En fin –pensó-, vale más ser cobarde un minuto que muerto el resto de la vida.


1.- Fotografía : Pedro Valdezate
2.- Relato: Juan Trenado

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